WEEKLY LETTER - The Great Commandment
Every time the Church baptizes a baby, the parents and godparents are told that they are to “rear their child in the ways of the faith…and see to it that the divine life, which God gives them, is kept safe from the poison of sin and grow always stronger in their heart.” The “ways of the faith” are grounded in the law of love that Jesus Himself has given to the Church… “to love God and our neighbor.” It is not possible for the parents and the godparents to fulfill this obligation by themselves. They need the wider Christian community to assist them. This is particularly true in the context of the worshipping Church.
Our children’s earliest memories should include the celebrations and traditions of the family. The formative years of a child’s development establish the pattern for their entire life. If these years do not include the mass and the sacraments, we are depriving them of the heritage of our faith. The early lessons our children learn in church are essential for the remainder of their lives. They learn that being part of a community requires discipline and responsibility. They come to know the meaning of decorum and polite behavior in a formal assembly. And they become steeped in the language, gestures and traditions of our faith, so they gradually come to understand the sense of belonging that we call communion with God and one another. Isn’t this what every Catholic parent wants for their child? -F. Ted
CARTA SEMANAL - el gran mandamiento
Cada vez que la Iglesia bautiza a un bebé, se les dice a los padres y padrinos que deben “criar a su hijo en los caminos de la fe... y cuidar que la vida divina que Dios les da, se mantenga a salvo del veneno de la pecan y se hacen cada vez más fuertes en su corazón”. Los “caminos de la fe” se basan en la ley del amor que Jesús mismo ha dado a la Iglesia… “amar a Dios y al prójimo”. No es posible que los padres y padrinos cumplan con esta obligación por sí solos. Necesitan que la comunidad cristiana en general les ayude. Esto es particularmente cierto en el contexto de la Iglesia que adora.
Los primeros recuerdos de nuestros hijos deben incluir las celebraciones y tradiciones de la familia. Los años formativos del desarrollo de un niño establecen el patrón para toda su vida. Si estos años no incluyen la misa y los sacramentos, los estamos despojando de la herencia de nuestra fe. Las primeras lecciones que aprenden nuestros hijos en la iglesia son esenciales para el resto de sus vidas. Aprenden que ser parte de una comunidad requiere disciplina y responsabilidad. Llegan a conocer el significado del decoro y el comportamiento cortés en una asamblea formal. Y se empapan del lenguaje, los gestos y las tradiciones de nuestra fe, para que comprendan poco a poco el sentido de pertenencia que llamamos comunión con Dios y con los demás. ¿No es esto lo que todo padre católico quiere para su hijo? P. Ted