WEEKLY LETTER - The Law of the Kingdom
Within the Kingdom of Christ we find there are laws of behavior just like any other kingdom. These laws are few in number and easy to describe, but they are often difficult to live. In a word, they are based on love – the love of God, neighbor and one another. Jesus Christ, our Lord and King, has not only described these laws for us, He has actually demonstrated them to us, with an expression of duty that has become the standard measure for every Christian. In the sacrifice of Christ, we have been set free from the slavery of sin to live forever as citizens of the Kingdom – brothers and sisters, children of God, who bear responsibility for one another in the perfect expression of liberty. But to live under the rule of love requires that we must know what it means, where it can be recognized, and how it is to be lived. Providentially, we have been given some guidance:
Love is patient and kind; it is never jealous or boastful or conceited; it is never rude or selfish; it does not take offence, and is not resentful. Love takes no pleasure in other people’s sins but delights in the truth; it is always ready to excuse, to trust, to hope, and to endure whatever comes (I Cor. 12).
Every Christian has become familiar with this instruction given to us in the words of St. Paul. This is more than just the definition of a concept or feeling; it is the charter for our lives as disciples of Jesus Christ. As law-abiding citizens of this new Kingdom of grace, we wait in joyful hope for the coming of our Savior who is Christ and Lord. Maranatha! Come Lord Jesus. -Fr. Ted
CARTA SEMANAL - Recordamos cómo nos amabas
Dentro del Reino de Cristo encontramos que hay leyes de comportamiento como cualquier otro reino. Estas leyes son pocas y fáciles de describir, pero a menudo son difíciles de vivir. En una palabra, se basan en el amor: el amor a Dios, al prójimo y a los demás. Jesucristo, nuestro Señor y Rey, no solo nos ha descrito estas leyes, sino que también nos las ha demostrado, con una expresión de deber que se ha convertido en la medida estándar para todo cristiano. En el sacrificio de Cristo, hemos sido liberados de la esclavitud del pecado para vivir para siempre como ciudadanos del Reino: hermanos y hermanas, hijos de Dios, que son responsables unos de otros en la perfecta expresión de libertad. Pero vivir bajo la regla del amor requiere que sepamos qué significa, dónde se puede reconocer y cómo se debe vivir. Providencialmente, se nos ha dado alguna orientación:
El amor es paciente y amable; nunca es celoso, jactancioso o engreído; Nunca es grosero ni egoísta; no se ofende y no está resentido. El amor no se complace en los pecados de otras personas, sino en la verdad; siempre está dispuesto a disculpar, confiar, esperar y soportar lo que venga (I Cor. 12).
Todo cristiano se ha familiarizado con esta instrucción que se nos da en las palabras de San Pablo. Esto es más que la mera definición de un concepto o sentimiento; es el estatuto de nuestras vidas como discípulos de Jesucristo. Como ciudadanos respetuosos de la ley de este nuevo Reino de gracia, esperamos con gozosa esperanza la venida de nuestro Salvador, que es Cristo y Señor. ¡Maranatha! Ven Señor Jesús. –P. Ted