The first commandment reads according to the traditional formula, "I am the Lord thy God: thou shalt not have strange gods before me."
Saying that God is our Lord should mean that we regard Him as possessing our highest loyalty - even greater than the loyalty that we owe to our country and our family. Since God occupies a metaphysical position of infinitely greater dignity than ours, this loyalty finds appropriate expression in unconditional obedience to God's will. A good question to ask ourselves as we prepare for confession relative to the first commandment is "Does my loyalty to God come before all of my other loyalties such that I would obey what I believe to be His will no matter what the cost?"
In reality, we often place ourselves, things, or other people before God in our lives. At first glance, it can appear that focusing on ourselves, someone else, or a thing will give us the joy and peace that we seek. Experience teaches us that this is not true. Putting God first in our lives benefits us even though it is not easy because God only can give us the infinite joy and peace that our hearts desire. Today it is sadly the case that we have so filled our lives with electronic distractions that it has become very difficult to enjoy God's presence.
El primer mandamiento dice según la fórmula tradicional: "Yo soy el Señor tu Dios: no tendrás dioses extraños delante de mí".
Decir que Dios es nuestro Señor debería significar que consideramos que posee nuestra más alta lealtad, incluso más que la lealtad que le debemos a nuestro país y a nuestra familia. Dios ocupa una posición metafísica de dignidad infinitamente mayor que la nuestra, esta lealtad encuentra su expresión apropiada en la obediencia incondicional a la voluntad de Dios. Una buena pregunta que debemos hacernos mientras nos preparamos para la confesión en relación con el primer mandamiento es "¿Mi lealtad a Dios viene antes que todas mis otras lealtades de tal manera que obedecería lo que creo que es su voluntad sin importar el costo?".
En realidad, en nuestra vida frecuentemente nos ponemos a nosotros. mismos, otras cosas o otras personas antes que Dios. A primera vista, puede parecer que centrarnos en nosotros mismos, en otra persona o en algo nos dará la alegría y la paz que buscamos. La experiencia nos enseña que esto no es cierto. Poner a Dios primero en nuestras vidas nos beneficia a pesar de que no es fácil porque Dios solo puede darnos la alegría y la paz infinitas que nuestros corazones desean. Hoy, lamentablemente, hemos llenado tanto nuestras vidas con distracciones electrónicas que se ha vuelto muy difícil disfrutar de la presencia de Dios.