The 4th Sunday of Lent is designated by the first words of the Latin Entrance Antiphon “Rejoice, Jerusalem!” In mid-Lent the Church pauses to revel in the ultimate victory to be won. Good news is welcome in times such as these. Let those who have ears to hear, listen!
We know of the Golden Rule given to us by Jesus Christ. We are to love God and love our neighbor. And we know with the certainty of our faith that we are our brother’s keeper. We also recognize our own sinfulness and the sins of others. Every week we gather to celebrate and adore the Lamb of God, who takes away the sins of the world. Every day we pray to be forgiven as we have forgiven others.
Yet we must also recognize that some of our neighbors do not seem to love God as we do. And we have experienced quite dramatically that some of our neighbors would seem to have no great love for us as well. There are reasons for this, and some of the blame we must lay at our own feet. Americans are a great people, and with our greatness comes responsibility. Too many of us have forgotten that much is expected from those who have received so much. We have translated liberty to license and empathy to entitlement. If we begin to remove the foundations of morality from our institutions, we should not be shocked that our institutions have become immoral. Christians need not be in the majority in order to have an impact on society. For a Christian consensus to prevail, we must be the leaven and the light for others to know the Truth of the Gospel.
- Fr. Ted Rothrock
El cuarto domingo de Cuaresma está designado por las primeras palabras de la Antífona de entrada en latín "¡Alégrate, Jerusalén!" A mediados de la Cuaresma, la Iglesia se detiene para deleitarse con la victoria final que se puede obtener. Las buenas noticias son bienvenidas en tiempos como estos. ¡Escuchen los que tienen oídos para oír!
Conocemos la Regla de Oro que nos dio Jesucristo. Debemos amar a Dios y amar a nuestro prójimo. Y sabemos con la certeza de nuestra fe que somos el guardián de nuestro hermano. También reconocemos nuestra propia pecaminosidad y los pecados de los demás. Cada semana nos reunimos para celebrar y adorar al Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Todos los días oramos para ser perdonados como hemos perdonado a los demás.
Sin embargo, también debemos reconocer que algunos de nuestros vecinos no parecen amar a Dios como nosotros. Y hemos experimentado de manera bastante dramática que algunos de nuestros vecinos tampoco parecen tener un gran amor por nosotros. Hay razones para esto, y parte de la culpa la debemos echar a nuestros propios pies. Los estadounidenses son un gran pueblo y con nuestra grandeza viene la responsabilidad. Muchos de nosotros hemos olvidado que se espera mucho de quienes han recibido tanto. Hemos traducido la libertad en licencia y la empatía en derecho. Si comenzamos a quitar los cimientos de la moralidad de nuestras instituciones, no debería sorprendernos que nuestras instituciones se hayan vuelto inmorales. Los cristianos no necesitan ser mayoría para tener un impacto en la sociedad. Para que prevalezca un consenso cristiano, debemos ser la levadura y la luz para que otros conozcan la Verdad del Evangelio.