Since the liturgical reforms of the Second Vatican Council, the laity of the Church have participated in many of the ministries that were previously reserved to the clergy or religious. Prior to the 1960’s, it was unthinkable for anyone other than the priest to even touch the Host. The reception of Holy Communion only took place while kneeling at the communion rail and only on the tongue. If one of the Hosts were to be accidently dropped on the floor, the communion rite was interrupted and the spot was immediately purified. Much of the old ritual might seem overdone to us now, but it served the purpose of evoking the significance of the Real Presence of Christ in the Sacrament of His Body and Blood.
Of all the liturgical ministries open to the laity, only the Eucharistic Minister is commissioned. This is required due to the “Apostolic” nature of this particular ministry. The ordinary minister of the Eucharist is first and foremost the Diocesan Bishop. His Apostolic ministry is extended to the clergy through the laying on of hands and the (Holy) Orders of the Church: first to order of Presbyter and then to the order of Deacon. The Extra-Ordinary Minister of Communion is commissioned for a specified time and location to function in sacramental ministry. The “charism” of this apostolic mission is a sharing in the sacramental responsibility of the Bishop. For this reason, the Eucharistic Minister must be an example of Christian Living in their faith and conduct, striving to grow in holiness through the sacrament of unity and love.
- Fr. Ted Rothrock
Desde las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II, los laicos de la Iglesia han participado en muchos de los ministerios que antes estaban reservados al clero o religiosos. Antes de la década de 1960, era impensable que alguien que no fuera el sacerdote tocara siquiera la Hostia. La recepción de la Sagrada Comunión solo tuvo lugar arrodillándose en la barandilla de la comunión y solo en la lengua. Si una de las Hostias caía accidentalmente al suelo, el rito de la comunión se interrumpía y el lugar se purificaba de inmediato. Gran parte del antiguo ritual puede parecernos exagerado ahora, pero sirvió para evocar el significado de la Presencia Real de Cristo en el Sacramento de Su Cuerpo y Sangre.
De todos los ministerios litúrgicos abiertos a los laicos, solo se encarga el Ministro de la Eucaristía. Esto es necesario debido a la naturaleza "apostólica" de este ministerio en particular. El ministro ordinario de la Eucaristía es ante todo el Obispo diocesano. Su ministerio apostólico se extiende al clero mediante la imposición de manos y las órdenes (sagradas) de la Iglesia: primero a la orden del presbítero y luego a la orden del diácono. El Ministro Extraordinario de la Comunión es comisionado por un tiempo y lugar específico para funcionar en el ministerio sacramental. El “carisma” en esta misión apostólica y la participación es la responsabilidad sacramental del Obispo. Por eso, el Ministro de la Eucaristía debe ser un buen ejemplo, y vivir una vida cristiana en su fe y conducta, esforzándose por crecer en la santidad a través del sacramento de la unidad y el amor.